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Lágrimas Heladas del Cosmo.

  • Writer: Ileana Rincon-Cañas
    Ileana Rincon-Cañas
  • Jul 8, 2024
  • 3 min read

Updated: Jul 8, 2024



By Ileana Rincón-Cañas


Los últimos seis meses de mi vida han sido como un ataque de vértigo en una montaña

rusa alienígena. Cambios tan absurdos y retorcidos que incluso los extraterrestres se

rascaron la cabeza perplejos. A veces siento que estoy viviendo en una película de

ciencia ficción increíblemente bien dirigida por Alejandro Jodorowsky.


Todo empezó cuando mi vida, que se asemejaba a un sosegado paseo en una galaxia

de tonalidades rosas, optó por dar un giro radical y tornarse tan oscuro como el agujero

negro más profundo del espacio. Me encontré sin trabajo haciendo piruetas en el vacío,

cuando de repente, noté que me había caído sobre un cometa.

Estaba a 2028.383 kilómetros de distancia cuando tomé la audaz elección de lanzarme

al abismo estelar, sin paracaídas, llevando conmigo un bagaje de historias y

responsabilidades que tomaban diversas formas, vidas y recuerdos. Algunas de ellas

las atrapé en mi trayecto, otras se desvanecieron en la falta de gravedad, mientras que

unas pocas mutaron en algo nuevo. ¿Quizás alguien más tenía un pasaje para el viaje

cósmico hacia la locura?


Fue mi propia decisión dar ese salto, una oportunidad que no podía dejar pasar. Como

dicen por ahí, es preferible vivirlo que simplemente escucharlo.

Justo cuando pensé que la tormenta en el espacio había pasado, me arrojaron a un río

de agua helada. ¡El agua fría! Es lo que más odio en el universo: esa riada me llevó de

vuelta al mismo lugar de donde partí, esta vez a la velocidad de un cohete

descontrolado y sin gravedad en el espacio. Básicamente, me quedé flotando en una

burbuja gigante que, al acercarse a la Tierra, descendió como una lluvia torrencial. Mi

corazón parecía un pájaro en fuga, saliendo de mi pecho una y otra vez, y yo me estaba

deshidratando de tanto llorar. Pensé que este era mi momento para flotar en la

ingravidez, pero no, la ansiedad me hizo querer comerme todo, incluso a mis hijos.

Mi vida se convirtió en una locura intergaláctica, ahí me di cuenta de que no estaba en

una montaña rusa, sino en una noria cósmica que daba vueltas y vueltas, como si el

universo se hubiese vuelto loco.


Los momentos malos se repetían una y otra vez en mi cabeza, y no había señales de una solución en ninguna galaxia conocida.

Mi rostro se distorsionó y lo único que quedaron fueron mis ojos, que brillaban como

dos supernovas color ámbar con lágrimas intergalácticas que se derramaban por el

espacio infinito. En ese momento me di cuenta de que esa agua helada eran las

lágrimas que emanaban de mí.


Inesperadamente, me encontré corriendo un maratón en Marte, cuando en la milla 10

mis pies se calentaron tanto en el terreno marciano que me pregunté si podía

detenerme, justo en ese momento una multitud de extraterrestres se abalanzó hacia mí

y me lo impidieron. Ahí, en medio del maratón, la noria cósmica y el caos intergaláctico,

caí en cuenta finalmente de que la eternidad es solo una ilusión, y que todo,

absolutamente todo, depende de uno mismo. No obstante, también comprendí que los

amigos son como faros intergalácticos, incluso si te encuentras perdido en un universo

desconocido, siempre están ahí para iluminar tu camino en medio de la

oscuridad cósmica.


En esta carrera reflexioné sobre si realmente quería regresar al lugar donde

originalmente decidí vivir, ese lugar donde todo era de color rosa con

toques de naranja. Comprendí que tal vez no era tan tedioso como lo había creído en medio del caos cósmico. Después de todo, el hogar es donde reside el corazón, incluso si ese corazón se encuentra en medio de una galaxia aparentemente monótona.


En medio de una galaxia aparentemente monótona, experimenté la vuelta más

vertiginosa de mi vida. Opté por abrir los ojos y, de repente, el vértigo se detuvo. Fue en

ese preciso momento cuando comprendí que dar las cosas por sentado no estaba bien.

Ahora, valoro enormemente los intensos verdes, el canto de los pájaros e incluso a los

vecinos imprudentes de los suburbios aparentemente perfectos. Parecía como si el

cosmos me hubiera impartido una lección de humildad en medio de su

caos intergaláctico.


Mi vida ha continuado cambiando a esa misma velocidad, y seguramente no terminará

ahí. No sé qué depara el futuro, ya que siempre es incierto. Lo único que tengo por

seguro es que estoy aquí para enfrentar cualquier reto que se me presente.

seguro es que estoy aquí para enfrentar cualquier reto que se me presente.




 
 
 

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